Vivimos en la era de la información. En todo momento podemos sacar nuestro increíble smartphone del bolsillo y tener acceso inmediato a casi cualquier tipo de contenido informativo del tema que queramos. Pero, claro está, no es oro todo lo que reluce, ya que ese contenido puede publicarlo casi cualquier persona. Por este motivo, mucha de la información que llega hasta nosotros no es verídica.
La era de la información más bien se ha convertido en la era de la desinformación. Si a esto le sumamos el bombardeo constante de datos, opiniones, noticias e información en general, lo que tenemos finalmente es un espectador que cree saber mucho pero no sabe nada: está al tanto de lo que ocurre, pero tras tanto bombardeo informativo probablemente no haya retenido mucha de la información o solo se haya quedado con el titular, ni sabe a ciencia cierta si todo lo que lee o escucha es cierto, a no ser que ejerza una búsqueda intensiva sobre el tema. Normalmente es al contrario. De hecho, parece ser que buscamos solo aquellas noticias, imágenes, memes o titulares que concuerdan con nuestra forma de ver el mundo.
Esto mismo está pasando con la emergencia climática. Tod@s lo tenemos super asumido, conocemos razonablemente bien qué es, lo que la provoca, sus consecuencias y lo que debemos hacer para combatirlo, ¿verdad? Pues parece que, a pesar de los años que se lleva concienciando sobre esto, estamos mucho más desinformados de lo que creemos. Y no nos malinterpretéis, no es culpa nuestra, si no que en muchas ocasiones no nos dan la información completa, y sin esa -exhaustiva- búsqueda propia, nos faltan muchísimos datos.
Hace poco se hizo una investigación publicada en The Times and The Sunday Times sobre las acciones humanas que empeoran esta situación y otras que la combaten. Esta se comparó con otra en la que se estudió la percepción que tiene el público sobre cuánto ayudan estas acciones a combatir el cambio climático. Y aquí viene lo fuerte. Pongamos un ejemplo del estudio: una gran parte del público cree que el reciclaje es clave para combatir el cambio climático. Esta acción ayuda, pero para nada se trata de algo que influya muy positivamente sobre el problema por sí misma. Sin embargo, el hecho de que tanta parte de la población posea un coche propio, o, por ejemplo, los transportes de mercancías y recursos de una parte del mundo a otra, tienen un impacto brutal, mientras que el público continúa creyendo que realizando otras acciones como reciclar, secar la ropa al sol en vez de meterla en una secadora, lavar con agua fría o utilizar luces de bajo consumo realmente hace frente o equilibra el problema de los transportes, por ejemplo, y esto no es así.
Un ejemplo del que prácticamente no se informa a la población es que, y está comprobado, una dieta basada en productos vegetales, es decir una dieta vegana o vegetariana, reduce en gran medida nuestras emisiones de carbono. Mientras, la dieta convencional occidental, rica en carnes y carbohidratos, es una de las grandes emisoras deb CO2, y con taminadora y consumidora de recursos naturales como suelo y agua (ya que los productos que compramos, en muchas ocasiones, no tienen una producción realmente sostenible ni suelen ser de origen local.
Hablar de estos temas se ha convertido en una especie de tabú. Sin embargo, desde Itinerantur queremos hacer un llamamiento a que nos informemos correctamente y a que no creamos todo lo que escuchamos o leemos, y, por supuesto, a que, literalmente, borremos patrones de conducta. Para hacer frente a la emergencia climática de manera real, hemos de afrontarla sin vendas en los ojos y sin miedo a salir de nuestras costumbres y zona de confort.
Al fin y al cabo, como se suele decir: “si quieres algo bien hecho, hazlo tú mismo”. Así que informémonos y actuemos en consecuencia.