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El derecho al ocio, algo más que el tiempo libre.

¿Cuántas veces hemos oído eso de “solo se vive una vez”? El tiempo que pasa nunca vuelve, y durante este confinamiento nos hemos dado cuenta, más que nunca, de lo importante que es aprovecharlo bien.

Aunque aburrirse también es importante en ciertas etapas de la vida, sobre todo para nuestro desarrollo cuando somos niños, lo cierto es que a medida que vamos creciendo ese aburrimiento se convierte en ocio, tal como vamos definiendo nuestros gustos y preferencias.

El ocio es algo más que tiempo libre, es un derecho al que todo el mundo debe tener acceso, independientemente de su edad, condición social, nacionalidad… Etc. En nuestra sociedad occidental tener demasiado tiempo libre se relaciona con la poca productividad, y con poco menos que la inutilidad como individuo para la sociedad. Estamos un poco “enfermos de trabajo” por decirlo de alguna manera, así que el ocio es algo sobre lo que tenemos que reflexionar y dejar de verlo como algo relacionado con perder el tiempo.

Independientemente de cómo utilicemos nuestro tiempo de ocio, es algo que ha costado mucho conseguir, si no recordemos las condiciones laborales de hace 100 o 150 años: jornadas de trabajo de 12 horas, sin vacaciones, sin descanso, con sueldos que no daban ni para sobrevivir… En definitiva, algo que tiene que servirnos para valorar nuestro ocio y saber sacarle el máximo partido. No se trata solo de descansar, sino de que nos enriquezca como personas.

Aunque sabemos que el ocio es algo necesario, va más allá, es un derecho, tal como nos dice Manuel Cuenca: El fundamento del ejercicio del ocio es uno de los valores del hombre, la libertad, pues no se puede obligar a nadie a estar satisfecho, a estar alegre, a tener una visión lúdica y creativa de las cosas o a vivenciar una fiesta. La libertad es la base de la dignidad de la persona, cuya meta y sentido es la autorrealización, ser uno mismo. El ocio puede constituir un ámbito para conseguirlo.

A raíz de convertir el ocio en un derecho han surgido infinidad de formas de entenderlo y desarrollarlo: televisión, deporte, museos, música, turismo… y la lista sigue, una lista interminable. Pero al final, de lo que se trata es de transformar el ocio en algo que nos llene, que sea algo más que el tiempo que transcurre entre jornadas laborales. Después de este confinamiento, muchos nos hemos dado cuenta de que quizás no estábamos aprovechándolo (el tiempo) como tocaba, y hemos decidido que ya está bien de posponer planes, sino que ya es hora de hacerlos realidad.

A medida que pasan los años y hacemos balance de lo vivido, comprendemos que es eso lo que recordamos: las experiencias, los lugares descubiertos, las sensaciones, las risas con amigos y familiares, las anécdotas…

Recordad que lo mejor de la vida no son las cosas, sino los momentos vividos; aprendamos a disfrutar del tiempo como se merece y a convertir nuestro derecho al ocio en algo que nos llene de verdad y que merezca la pena repetir.

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