El sexo de las tortugas marinas no se determina genéticamente, como en muchos otros animales, sino que depende de la temperatura a la que se incuban los huevos. Este fenómeno, conocido como determinación del sexo dependiente de la temperatura (TSD, por sus siglas en inglés), es común en algunas especies de reptiles.
Durante la incubación, si los huevos se encuentran en un entorno cálido (generalmente por encima de los 29.5°C), es más probable que nazcan hembras. Por otro lado, temperaturas más bajas tienden a producir machos. Este proceso es extremadamente sensible; incluso pequeñas variaciones en la temperatura pueden alterar la proporción de machos y hembras en una camada.
Este mecanismo tiene implicaciones importantes en el contexto del cambio climático. Con el aumento de las temperaturas globales, las playas de anidación de las tortugas podrían producir desproporcionadamente más hembras, lo que podría afectar el equilibrio de las poblaciones futuras. Este hecho destaca la fragilidad de las tortugas marinas frente a los cambios ambientales y subraya la necesidad de proteger sus hábitats.