Cuando la primavera despierta en nuestras montañas, el paisaje se viste de tonos violetas y rosados gracias a la floración del brezo (Erica spp.). Esta planta humilde, que cubre laderas y senderos con su belleza discreta, es una de las primeras en anunciar la llegada del buen tiempo.
El brezo no solo embellece el entorno, sino que es un auténtico regalo para la biodiversidad. Sus flores son un imán para las abejas, que encuentran en su néctar uno de los ingredientes esenciales para producir una de las mieles más aromáticas y apreciadas: la miel de brezo. Con un sabor intenso y notas ligeramente amargas, esta miel es un tesoro natural que refleja la esencia de los paisajes de montaña.
Además de su importancia ecológica, el brezo ha sido utilizado tradicionalmente para la elaboración de escobas, infusiones medicinales y tintes naturales. Su resistencia y capacidad para crecer en suelos pobres lo convierten en un símbolo de renovación y fortaleza, en perfecta sintonía con el espíritu de la primavera.
Así que, en tu próxima salida por el monte, fíjate en esas manchas violetas que iluminan el camino: el brezo está en flor, recordándonos que la primavera no solo se siente, también se saborea.