Esta especie es fácilmente reconocible por sus preciosas flores. Como bien sabéis muchos de vosotros, en muchas ocasiones nos gusta ponerles “motes” a ciertas especies, pues en esta ocasión no podía ser diferente. Nosotros llamamos a sus flores “flores de papel”.
Forman parte, a veces gran parte, de las garrigas mediterráneas estando altamente expuesta al fuerte sol de regiones como la nuestra. Sin embargo, como buena planta mediterránea está adaptada a las duras condiciones de nuestro clima. Uno de los elementos que permite a algunos tipos de jaras permanecer bajo el fuerte sol, sin morir en el intento, son unos pequeños filamentos, como si fuera el vello de nuestro cuerpo, cuya función es reflejar la luz del sol, evitando que estos dañen a la planta, y guardando mucho mejor la humedad. Todas las jaras son de la familia Cistus, palabra que nos recuerda a “cesto”, ¿verdad? Esto se debe a que procede del griego “Kisthós”, que al latinizarse se convierte en “cisthos”. Otros autores lo relacionan con la palabra griega “Kiste” cuyo significado es caja o cesta por la forma de sus frutos. Y la palabra jara viene del árabe “Xara” que quiere decir velluda o peluda.
Estas plantas son pirófitas, es decir, están completamente adaptadas a los típicos incendios de nuestro clima mediterráneo, teniendo la capacidad de rebrotar mediante vástagos del individuo quemado, siendo una de las primeras especies en aparecer tras los incendios. Además, algunas especies de jaras son pioneras en la recuperación de estos suelos degradados. Y para ir terminando, ¿sabíais que tienen propiedades cosméticas y farmacológicas? Se dice que algunas especies tienen la capacidad de regenerar las pieles maltratadas por el tiempo y que, son el “antibiótico de la naturaleza”. Esto se debe a que, en caso de herida, con tan solo una gota de su resina la herida pararía de sangrar inmediatamente, por lo que sus hojas funcionas a modo de “tiritas curativas”.
¡Fijaros en vuestras próximas salidas al campo!