Con la llegada de la primavera, miles de flores despiertan de su letargo para exhibir con orgullo sus vivos colores y exuberantes formas. Sería difícil destacar una sola flor entre la infinidad de especies que engalanan nuestros campos. Por ello, hoy nos detenemos en una de las familias más diversas y reconocibles del mundo vegetal: las Asteráceas.
Esta gran familia botánica agrupa a más de 30.000 especies en todo el mundo, muchas de ellas fácilmente identificables por una característica común: su inflorescencia en forma de “falsa flor” compuesta por múltiples flores diminutas, agrupadas en lo que parece una sola. Es decir, lo que a simple vista vemos como una flor… son en realidad muchas.
Entre todas ellas, una de las más representativas y queridas es la margarita común (Bellis perennis). Esta planta es fácilmente reconocible por sus delicados pétalos blancos que rodean un disco central de pequeñas flores amarillas. Aunque solemos imaginarlas siempre así, existen margaritas de múltiples colores, y cada tonalidad ha sido asociada tradicionalmente a un significado: el blanco, pureza y esperanza; el amarillo y el naranja, lealtad hacia quien la recibe; el rojo y el rosa, amor y afecto profundo.
Dicen que si quieres saber si alguien te quiere, puedes deshojar una margarita. Pero tal vez la margarita no sea una respuesta… sino una invitación a detenerte, observar y florecer con ella.