Al caminar por los maravillosos senderos que recorren nuestra provincia, uno tiene la sensación de estar permanentemente vigilado por la madre naturaleza. Bajo el cobijo que proporciona el frondoso bosque, precavidos y esquivos seres observan desde la distancia nuestra andanza por sus dominios, recordándonos a cada paso su incuestionable presencia mediante melódicos cantos, huellas impresas en la tierra o rápidos y fugaces movimientos vislumbrados por el rabillo del ojo.
El dinamismo y sonoridad de estos animales contrasta enormemente con la quietud y el silencio propios de sus compañeras las plantas, quienes imperturbables e indolentes ante nuestros ojos inundan la tierra de color, vigor y exultante vida, configurando los vastos y pintorescos paisajes que enorgullecen a nuestra población. Es entonces cuando, movidos por la curiosidad y el desconocimiento, nos preguntamos intrigados: ¿serán capaces de oírnos?
Lo cierto es que sí, aunque no tal y como nos imaginamos. Las plantas poseen una serie de mecanorreceptores que les permiten sentir vibraciones en diferentes rangos de frecuencia. Diversos estudios han concluido que son capaces de comunicarse entre sí por medio de un idioma propio basado en códigos químicos, controlando la transmisión de corrientes eléctricas de muy baja tensión entre sus hojas y raíces.
Además, científicos israelíes han descubierto por primera vez que, bajo ciertas condiciones de estrés, las tomateras y las plantas de tabaco son capaces de emitir sonidos en rango ultrasónico, similares a borboteos o chasquidos para el oído humano. Los investigadores sugieren que podrían deberse a la formación y rotura de burbujas de aire en el sistema vascular de la planta, proceso conocido como cavitación.
Estos sonidos y vibraciones son aprovechados por muchos artistas para elaborar composiciones musicales únicas, caso de la comunidad espiritual italiana “Damanhur”. Sus componentes llevan investigando la música de las plantas desde el año 1976, y gracias a un sintetizador construido por ellos mismos han conseguido captar las variaciones de resistividad producidas por las plantas para modularlas en notas musicales. ¡Incluso organizan conciertos donde los músicos tocan acompañados por las melodías de los árboles!
Por otro lado, investigaciones recientes afirman que las plantas poseen su propia capacidad para expresar afinidad o aversión hacia la música. Esto ocurre de manera similar al mecanismo de fototropismo, salvo que, en vez de inclinarse en busca de los rayos de luz, las plantas lo hacen atraídas por el radio sonoro que les resulta de su agrado. De hecho, se dice que las plantas sienten predilección por la música clásica, el jazz y la música de la India. ¿Qué gusto más selecto, verdad?
A pesar de los admirables esfuerzos por transformar los sonidos de estos organismos en composiciones musicales adaptadas al oído humano, cabe recordar que las plantas forman ya de por sí parte de la filarmónica más grande y majestuosa del mundo; la naturaleza. De ella somos testigos cada vez que nos adentramos en alguno de nuestros valiosísimos parajes naturales, deleitándonos con la más refinada de las melodías, en la que cada nota confluye en perfecta armonía, y donde no sobra, despunta o falta ninguno de sus instrumentistas.