Abril es el mes de la luz templada, de los campos que reverdecen y de las primeras flores que salpican el paisaje. Es tiempo de brotes, de paseos al sol, de días que se alargan… Pero, ¿alguna vez te has preguntado de dónde viene su nombre?
La palabra abril proviene del latín Aprilis, y una de las teorías más extendidas es que deriva del verbo aperire, que significa “abrir”. Una clara referencia a la apertura de las flores durante la primavera.
Otros autores creen que Aprilis estaba dedicado a la diosa Afrodita —conocida por los romanos como Venus—, y que el mes celebraba su influencia como divinidad de la fertilidad, el amor y la renovación. Otra posibilidad más remota es que provenga del calendario etrusco, donde abril ya figuraba como nombre propio.
Sea cual sea su verdadero origen, lo cierto es que abril es mucho más que un mes: es una invitación a mirar hacia afuera, a abrirnos como las flores… y a renovarnos por dentro.