Caminando el fin de semana pasado por Artana, La Porta d’Espadà (Parque Natural de la Sierra de Espadán) muchos de los excursionistas que nos acompañaban nos preguntaban por unos raros filamentos rojizos que crecían sobre (incluso cubrían por completo) plantas forestales mediterráneas como el brezo, el tomillo… que íbamos encontrando a nuestro paso. Les dijimos que no nos acordábamos de su nombre pero que era, casi seguro, una planta parásita.
“¿Y parásita por qué?”, nos preguntaban. Pues por varios motivos: porque no es verde (indicador de que no tiene clorofila), no tiene raíces ni hojas y, por tanto, no hace la fotosíntesis. Es decir, depende del alimento que otras plantas sí fabrican para alimentarse. Pero sí que tiene flores, claro, porque necesita dispersarse, y la flor es el aparato reproductor de las plantas, su “fábrica” de semillas. Son pequeñas, blancas o rosadas y agrupadas en inflorescencias.
“¿Y cómo roban el alimento a otras plantas?”. Pues seguramente con unas raicillas modificadas que se llaman haustorios. Los haustorios penetran en el tejido vivo de la planta hospedadora y le chupan agua y nutrientes de la “sangre” del vegetal, la savia.
Se trataba, efectivamente, de la cuscuta (seguramente Cuscuta epithymum, que significa literalmente “la cuscuta que vive sobre (epi-) el tomillo (-thymum).” El color rojizo de sus delicados pero mortíferos filamentos la delata, y puede convertirse en una peligrosa plaga en nuestros montes. Pero no supone ningún peligro para los humanos. De hecho, se ha utilizado tradicionalmente por sus propiedades medicinales como laxante, diurética e, incluso, afrodisíaca.