En la Península Ibérica, los pastores del interior buscaban pastos de invierno en las zonas costeras, con climas más benignos, abundantes hierbas por las lluvias otoñales, mayor contenido en sal por la proximidad del mar (esencial elemento la sal para la salud del ganado), etc. En verano retornaban a las montañas, con clima más frío y húmedo y pastos frescos de nuevo. Esto es la trashumancia, que dejaba en el Reino de Valencia durante el medievo importantes ingresos entre la población de nuestros pueblos.
Los pastores que se “bajaban al Reino” tenían que pagar el “borregaje”, que gravaba el paso de la jurisdicción de Aragón a la del reino de Valencia, pago que se hacía efectivo en alguna de las aduanas por las que tenían que pasar los ganados. Otro impuesto, quizá el más significativo, era el de “herbaje”, pago que se realizaba directamente al titular de los pastos de invierno.
Hay que tener en cuenta que los pastores serranos o “xurros”, como se les llamaba en los pueblos valenciano parlantes, pasaban en el Reino 6 meses al año, pagando aquí sus impuestos, escolarizando a sus hijos, consumiendo y comprando aquí, relacionándose con sus vecinos, que los acababan considerando como del pueblo… Es decir, por la fuente de ingresos que suponían, pero también por los lazos que les unían con los locales (llegándose a casar incluso con mozas de la zona), los pastores serranos eran muy queridos y se hacía todo lo posible para que, al año siguiente, volvieran al mismo término municipal. Por ejemplo, eran los mismos municipios receptores los que arreglaban todas las estructuras asociadas a la actividad pastoril, como la preciosa “barraca de pastor” que vemos en la foto, en Ares del Maestrat (Alto Maestrazgo, Castellón).