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La leyenda del traslado a la Plana

20 de febrero de 2023

Todos los castellonenses conocen el origen de sus preciadas fiestas, cuando los castellonenses bajaron desde el castillo a la Plana. Pero, ¿conocéis esta leyenda con todo lujo de detalle? Lo cierto es que se ha puesto en duda en los últimos tiempos, sin embargo, tampoco se ha desmentido nada dados algunos hallazgos históricos, de modo que nos limitaremos a narrar. ¡Vamos al lío!

La leyenda cuenta que los habitantes del Castell Vell -en aquel entonces villa conocida como Castelló de Burriana– dispusieron su bajada hasta la Plana que rodeaba el cerro de la Magdalena en el año 1251 gracias a un documento del Rey Jaime I de Aragón, dándoles permiso para trasladar la villa a dicha llanura. Este es el contenido del documento, conservado en el Archivo Histórico Nacional:

«Sepan todos que Nos, Jaime por la gracia de Dios, Rey de Aragón, Mallorca y Valencia, Conde de Barcelona y de Urgel y señor de Montpellier, por Nos y los nuestros, damos licencia e íntegra potestad a Vos estimado don Ximén Pérez de Arenós, nuestro lugarteniente en el Reino de Valencia, para que podáis cambiar la villa a cualquier lugar que os parezca, dentro del término del mismo castillo de Castellón. Concediendo que todos los pobladores que en dicha villa habitasen o en ella tuviesen casas y huertos, tengan los mismos y los sucesores de ellos perpetuamente francos y libres sin ningún censo, tributo, uso, servicio y cualquier otra exacción, la cual a nosotros y a los nuestros o a otras personas por las mismas casas y huertos nunca a pagar estén obligados. Dado en Lérida, a 8 de septiembre del año del Señor de 1251».

Todo apunta a que el lugar escogido para el primer asentamiento fue la alquería de Benirabe, una de las alquerías moras que, al parecer, debía encontrarse en mejores condiciones de habitabilidad que las demás, además de por su ubicación dentro de la red viaria (probablemente la actual Calle Mayor). Esta alquería fue una de las diez que hubo y que se conocen por testimonios documentales y algunos topónimos rurales que a día de hoy perviven. Las alquerías citadas son las siguientes: Benimucarra, Beni Amargo, Benicatol, Almalafa, Benifayren, Benirabe (o Benarabe), Benimarra, Binafut, Binaçiet y Teccida.

Los habitantes de la antigua villa se pusieron manos a la obra para realizar el traslado la tarde del tercer sábado de cuaresma. En dicha bajada oficial, debían llevar a las mujeres, niñas y niños y autoridades eclesiásticas. A pesar de que sería una travesía lenta y algo fastidiosa, adoptó un carácter festivo y con ilusión por la nueva etapa y la creación del asentamiento. Como la travesía se inició durante la tarde, toda la comunidad colgó a sus gaiatos faroles para cuando el sol comenzara a descender. Además, cuentan que ataron a los niños con cuerdas para que ninguno se extraviara durante la travesía. Preparados para todo lo que pudiera pasar a lo largo del itinerario, cargaron provisiones, en su gran mayoría rotllos, unos panes con un amplio agujero en medio para cargarlos más fácilmente alrededor de sus cuellos. ¿Y qué gran elemento nos falta? Las cañas. Dadas las fuertes lluvias que habían estado acompañando al clima, el riu Sec no hizo honor a su nombre, por lo que durante la ruta cargaron cañas para ayudarse a cruzar los tramos inundados y para cruzar el cauce del río, del cual bajaba gran cantidad de agua.

Esta parte de la historia que muchos de nosotros conocemos forma parte de la leyenda relatada por Arcadio Llistar en el siglo XIX. Como en todo relato mitológico, hay detalles un tanto extraños. Por ejemplo, queda bastante claro que realizar una travesía así durante la noche teniendo la opción de realizarla en pleno día no sería la mejor idea. Sin embargo, todos esos datos (farolillos, cañas, travesía a oscuras y tormentosa, etc.) es lo que aporta a la historia esa esencia de magia y poesía que la hacen más llamativa y le dan la gracia de un buen mito… Aunque posiblemente nos haga situarnos lejos de esa objetividad ya perdida después de casi 8 siglos.

Por otra parte, aquello que sí se encuentra legítimamente documentado es la verdadera carta puebla de Castellón de 1239 y que acabó desencadenando el privilegio del traslado y el asentamiento en el área de la alquería de Benirabe. Finalmente, los habitantes del antiguo Castell Vell se asentaron en la fértil Plana donde comenzaron el gran proyecto de crear lo que actualmente es el hogar de casi 200 mil personas.

 

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