Antes de hablar sobre la misión de este desconocido superhéroe tenemos que presentarlo. El micelio es la parte “oculta” de los hongos, como las raíces de las plantas. Se trata de una serie de hifas o filamentos que constituyen una red de, literalmente, cientos de kilómetros bajo nuestros pies. Toda esta estructura de filamentos recuerda, a menor escala, a las conexiones neuronales o, incluso, a Internet.
La red, dispuesta como un mullido colchón invisible, es la encargada de descomponer toda la materia orgánica. Pero no solo esto, sino que conecta con las raíces de muchas especies vegetales ayudándose mutuamente para conseguir sus nutrientes. Y aquí viene una de las guindas del pastel: muchos hongos tienen propiedades medicinales e, incluso, son el principio activo de muchos de nuestros antibióticos. Pero, ¿cómo van a “salvar al mundo”?
Comencemos por el principio. Los derivados del petróleo y de los pesticidas son de los contaminantes más peligrosos para nuestro planeta. Sin embargo, estos derivados, o por lo menos los más consumidos por el ser humano, vienen compuestos por moléculas orgánicas. Al estar compuesto por dichas moléculas constituyen un auténtico manjar para los hongos, y ¿quién es el encargado de recoger sus nutrientes? El micelio.
Por tanto, hablamos de que los micelios tienen la capacidad de eliminar poco a poco estos desechos de nuestros suelos y espacios naturales. Este proceso de limpieza se llama biorremediación (microrremediación, cuando hablamos de que los agentes limpiadores son hongos).
¿Creéis que son necesarias mayores investigaciones sobre los hongos para erradicar o hacer frente a problemas como el cambio climático y la contaminación? En Itinerantur estamos completamente seguros de ello.